Antón Chéjov e a súa arte de escribir contos. Ése é o tema do artígo do escritor Andrés Ibáñez titulado "El caballero de la dama del perrito", publicado no 2001, que queremos introducir agora neste blog a modo de apéndice xa que consideramos que a pegada deste ruso na arte de escribir contos ou relatos na Norteamérica anglosaxona (EE UU, Canadá)é indubidable e esencial se queremos apreciala. Un non ten lido miles de cousas sobre Chéjov, desde logo, pero si algún libro, aquel prólogo, un pequeno artigo por aló... De todo isto o publicado por A. Ibáñez en 2001 é do máis destacable, por lúcido, claro e carente de certos lugares comúns que se soen facer non pouco cargantes. Como é de varias páxinas seleccionaremos algúns fragmentos. Se ben o autor introduce numerosos exemplos que ilustran as súas afirmacións, eses exemplos lamentablemente desaparecerán case totalmente nesta selección, polo que pedimos disculpas:
“Para Chéjov, la vida humana se compone de dos partes: primero, ilusiones; luego, fracaso. El eje que separa ambas partes, que son consecutivas e inevitables, se sitúa en los treinta y tantos años, y se centra en un acontecimiento sin especial importancia y que, por lo general, dura apenas un instante. Esto es lo que podríamos llamar “el mito del instante decisivo”.
Es un instante lo que decide el curso de nuestra existencia (…). El instante decisivo nos alcanza de forma inesperada, nos golpea con fuerza, nos deslumbra, y a partir de entonces ya nada vuelve a ser como antes. Normalmente nos descubre la futilidad y sordidez de la existencia, pero en ocasiones es todo lo contrario, y con el paso del tiempo lo recordaremos como la experiencia cumbre de nuestra vida. En ambos casos, el resultado es el mismo: la certidumbre de que, a partir de ese momento, sólo nos espera la tristeza.
(…) ¿Es así la vida? ¿Así de triste, así de tenue? ¿Somos de verdad tan poca cosa? Chéjov así parece creerlo. Nuestra vida no es algo grande, magnífico y alado que avanza hacia el horizonte. Nuestra vida es un equívoco, una historia de la que no sabemos nada. Vivimos en la imaginación, y no sabemos cómo somos realmente ni cuáles son nuestros verdaderos motivos. (…) Toda nuestra vida sucede en la imaginación, nos desconocemos absolutamente y no tenemos ni la menor idea de lo que de verdad nos importa. Esa es la razón de que nos veamos abocados a la desilusión y al fracaso. Antes de los treinta, todavía hay alguna esperanza. Después de los cuarenta, todo está perdido.
¿Cuáles son nuestros verdaderos motivos? (…) Siempre es un detalle insignificante lo que precipita en Chéjov las reacciones más apasionadas y trascendentales. No sabemos si la vida real es así, pero es probable que lo sea, porque los mayores psicólogos de la literatura de todos los tiempos coinciden todos en señalar esta extraña anomalía de nuestra vida psíquica.
(…) Historia, tema, técnica. El “mito del instante decisivo” le proporciona a Chéjov muchos de sus nudos argumentales. La pregunta “¿cuáles son nuestros verdaderos motivos?” constituye el “tema” de muchas de sus obras. (…) Chéjov, además de disponer de un mito argumental y de un tema principal, cuenta también con una técnica artesanal para realizar sus relatos. (…) Es la que podríamos llamar “técnica de la imagen narrativa”.
(…) Sobre todo en algunos de sus cuentos más breves, Chéjov alcanzó en este difícil arte [de la imagen narrativa] unas cotas de virtuosismo raramente igualadas.
(…) La técnica de la imagen narrativa consiste en colocar ante los ojos de nuestra imaginación una imagen o una serie de imágenes que cuenten la historia por sí solas. (…) Pensemos, de nuevo, en [el cuento] “La bromita”. (…) Estas imágenes componen una especie de historia paralela, que coincide en ocasiones con la historia que “leemos”, pero posee su propia riqueza de connotaciones simbólicas e insinúa paisajes psicológicos y míticos mucho más amplios y complejos que los que parece sugerir la sencilla trama verbal del cuento.
(…) En algunos casos, Chéjov utiliza una sola imagen para hacer que un cuento se convierta para siempre en un recuerdo imborrable de nuestra memoria. Es el caso, por ejemplo, de “La tristeza” (…).
(…) Chéjov es uno de los grandes escritores cómicos de todos los tiempos, y el humor tiene un papel absolutamente central tanto en sus relatos como en su teatro. (…) En su personal versión de “Platonov (Melodía inacabada para piano mecánico)”, Nikita Mikhalkov [¿non debería aquí escribir A. Ibáñez “Mijalkov”, con jota, xa que escribe “Chéjov”, con jota tamén…?] nos proporciona una visión de lo que sería un Chéjov cercano al ideal: diálogos chispeantes, ritmo trepidante, humor desbordante, melancolía arrasadora…
(Andrés Ibáñez, "El caballero de la dama del perrito", artículo publicado en Revista de Libros, nº 57, pp. 41-44, Sept. 2001).
Outro día talvez, quen sabe, volveremos sobre Chéjov, ese autor que tanto admiramos e que tanto influíu e segue influíndo en escritores de contos e relatos (Hemingway, Salinger, Carver, Mansfield, Tobias Wolff, Alice Munro, probablemente Joyce, etc.), pero non só en escritores (Tomine, ¿Antonioni?, etc.).
“Para Chéjov, la vida humana se compone de dos partes: primero, ilusiones; luego, fracaso. El eje que separa ambas partes, que son consecutivas e inevitables, se sitúa en los treinta y tantos años, y se centra en un acontecimiento sin especial importancia y que, por lo general, dura apenas un instante. Esto es lo que podríamos llamar “el mito del instante decisivo”.
Es un instante lo que decide el curso de nuestra existencia (…). El instante decisivo nos alcanza de forma inesperada, nos golpea con fuerza, nos deslumbra, y a partir de entonces ya nada vuelve a ser como antes. Normalmente nos descubre la futilidad y sordidez de la existencia, pero en ocasiones es todo lo contrario, y con el paso del tiempo lo recordaremos como la experiencia cumbre de nuestra vida. En ambos casos, el resultado es el mismo: la certidumbre de que, a partir de ese momento, sólo nos espera la tristeza.
(…) ¿Es así la vida? ¿Así de triste, así de tenue? ¿Somos de verdad tan poca cosa? Chéjov así parece creerlo. Nuestra vida no es algo grande, magnífico y alado que avanza hacia el horizonte. Nuestra vida es un equívoco, una historia de la que no sabemos nada. Vivimos en la imaginación, y no sabemos cómo somos realmente ni cuáles son nuestros verdaderos motivos. (…) Toda nuestra vida sucede en la imaginación, nos desconocemos absolutamente y no tenemos ni la menor idea de lo que de verdad nos importa. Esa es la razón de que nos veamos abocados a la desilusión y al fracaso. Antes de los treinta, todavía hay alguna esperanza. Después de los cuarenta, todo está perdido.
¿Cuáles son nuestros verdaderos motivos? (…) Siempre es un detalle insignificante lo que precipita en Chéjov las reacciones más apasionadas y trascendentales. No sabemos si la vida real es así, pero es probable que lo sea, porque los mayores psicólogos de la literatura de todos los tiempos coinciden todos en señalar esta extraña anomalía de nuestra vida psíquica.
(…) Historia, tema, técnica. El “mito del instante decisivo” le proporciona a Chéjov muchos de sus nudos argumentales. La pregunta “¿cuáles son nuestros verdaderos motivos?” constituye el “tema” de muchas de sus obras. (…) Chéjov, además de disponer de un mito argumental y de un tema principal, cuenta también con una técnica artesanal para realizar sus relatos. (…) Es la que podríamos llamar “técnica de la imagen narrativa”.
(…) Sobre todo en algunos de sus cuentos más breves, Chéjov alcanzó en este difícil arte [de la imagen narrativa] unas cotas de virtuosismo raramente igualadas.
(…) La técnica de la imagen narrativa consiste en colocar ante los ojos de nuestra imaginación una imagen o una serie de imágenes que cuenten la historia por sí solas. (…) Pensemos, de nuevo, en [el cuento] “La bromita”. (…) Estas imágenes componen una especie de historia paralela, que coincide en ocasiones con la historia que “leemos”, pero posee su propia riqueza de connotaciones simbólicas e insinúa paisajes psicológicos y míticos mucho más amplios y complejos que los que parece sugerir la sencilla trama verbal del cuento.
(…) En algunos casos, Chéjov utiliza una sola imagen para hacer que un cuento se convierta para siempre en un recuerdo imborrable de nuestra memoria. Es el caso, por ejemplo, de “La tristeza” (…).
(…) Chéjov es uno de los grandes escritores cómicos de todos los tiempos, y el humor tiene un papel absolutamente central tanto en sus relatos como en su teatro. (…) En su personal versión de “Platonov (Melodía inacabada para piano mecánico)”, Nikita Mikhalkov [¿non debería aquí escribir A. Ibáñez “Mijalkov”, con jota, xa que escribe “Chéjov”, con jota tamén…?] nos proporciona una visión de lo que sería un Chéjov cercano al ideal: diálogos chispeantes, ritmo trepidante, humor desbordante, melancolía arrasadora…
(Andrés Ibáñez, "El caballero de la dama del perrito", artículo publicado en Revista de Libros, nº 57, pp. 41-44, Sept. 2001).
Outro día talvez, quen sabe, volveremos sobre Chéjov, ese autor que tanto admiramos e que tanto influíu e segue influíndo en escritores de contos e relatos (Hemingway, Salinger, Carver, Mansfield, Tobias Wolff, Alice Munro, probablemente Joyce, etc.), pero non só en escritores (Tomine, ¿Antonioni?, etc.).